Fecha Publicación: 21/10/2025 15:53:42 pm
El proyecto demandó cerca de US$ 1.5 millones. Desde su apertura, hace apenas dos meses, establecimiento ya cuenta con 30% de clientela extranjera. Uno de sus puntos fuertes es la producción de destilados.
En una casona miraflorina donde antes funcionaba un hostal, hoy se presenta un concepto que mezcla ciencia, arte, gestión y un poco de diversión.
Tras una discreta puerta de madera del primer piso del edificio que alberga también al restaurante Paco Yonque, de Lucha Partners, se accede a Muna Craft Bar, un espacio que parece trasladar al visitante a los tiempos de la prohibición: una barra de mármol, sillones tapizados en rojo y retratos de los primeros bartenders del mundo –incluyendo a la primera mujer que trabajó tras una barra– anticipan lo que está por venir. “Es el bar soñado de cualquier bartender”.
Detrás del proyecto están Manuel Cigarróstegui, gerente general y socio, y el propietario de Paco Yonque, quienes invirtieron cerca de US$ 1.5 millones.
Desde su apertura, hace apenas dos meses, este bar ya cuenta con 30% de clientela extranjera.
La estructura del negocio parece una propuesta sólida: un cocktail bar de alto ticket promedio (S/ 150 por persona), enfocado en un público adulto que busca experiencias más sofisticadas.
“No apuntamos a la masificación, sino a un cliente que entiende el valor de un cóctel bien hecho. Nuestro reto era conquistar Miraflores con una propuesta diferente”, dice Cigarróstegui a G de Gestión.
¿Un nuevo bar soñado?
El primer objetivo de Muna en su primer año es consolidarse –sus primeros meses han superado sus expectativas en términos de facturación–, aunque el equipo ya piensa en lo que viene.
Entre los planes más inmediatos está la apertura de una nueva área dentro del bar “una zona DJ y zona Puff”. Además, proyectan abrir un store propio donde los visitantes puedan adquirir sus destilados y otros productos desarrollados por la marca, todos elaborados de manera artesanal.
Pero la ambición no se detiene ahí. En el horizonte,
Manuel y su socio contempla la posibilidad de abrir un nuevo bar –“cada vez es más difícil encontrar una buena casona”, dice– con un concepto distinto, más experimental, que combine creatividad, territorio y exploración sensorial.
Aunque aún no hay fecha definida, la idea es que este segundo espacio vea la luz dentro de los próximos cuatro años. Pero Cigarrostegui es claro: “Replicar un speakeasy como este no es sencillo. Si abrimos otro espacio, será bajo un concepto distinto, pero siempre con el mismo ADN: innovación, experiencia y verdad en el producto”.
A corto plazo, el bar planea lanzar una nueva carta cada cuatro o cinco meses, enfocada en la estacionalidad y los productos de kilómetro cero. La siguiente carta –adelanta– incorporará un destilado de cebiche, sangrecita y otros platos peruanos.